Apenas ve la tapa del Topito Birolo, Juan —que todavía no aprendió
a leer formalmente— le dice a Leo que está en la misma sintonía:
"—Mirá a éste lo que le pasó, le cagaron la cabeza."
Luego, se levantan y le piden a la maestra que se los lea. Pero ella está
leyendo con otros nenes y les dice a Juan y a Leo que esperen. Entonces se vuelven
a sus lugares y se ponen a pasar las páginas.
"—‘Topito’, ahí dice ‘topito’, ¿viste
Leo? Y acá dice ‘cabeza’ porque tiene la z de zorro."
Y así siguen, conquistando la historia desde las imágenes. No
están alfabetizados, pero van deteniéndose en cada ilustración
cual detectives tratando de adivinar las palabras. De pronto se escucha el siguiente
diálogo:
Juan: "¿La encontraste?"
Leo: "Todavía no, pero capaz que está al final. Sigamos leyendo."
Juan: "Va con la c de casa."
Leo: "Sí, y la c de casa se repite dos veces: caaaaaaaa... caaaaaaaaaaa..."
Como vemos, el texto suscita la adhesión inmediata por parte del lector
pequeño. En consecuencia, uno podría postular que dicho efecto está
dado por su carácter trasgresor, en cuanto a la complicidad de un lector
que, de entrada, se identifica con el personaje. Sin negar esta variable —que
sin duda es importante—, nos detendremos a analizar las razones por las
que los niños vuelven una y otra vez a esta historia tan particular y,
al mismo tiempo, tan sencilla. ¿Será solamente por la "caca" que
Juan y Leo —que ahora están en Segundo de EGB pero que conocieron
al topito en Preescolar—vuelven una y otra vez a este álbum? ¿Por
qué en Dinamarca es uno de los libros favoritos de los niños? ¿Por
qué la directora del Centro Comunitario de Pacheco lo incluyó en
la biblioteca? Escudriñemos un poco y veremos que está contado con
una simplicidad sospechosa, como si se burlara de gran parte de los libros para
niños. Palabras sencillas, diminutivos, onomatopeyas con tipografía
en imprenta mayúscula, animales que hablan, explicaciones aparentemente
redundantes —casi pedagógicas—, repetición de escenarios
y estructuras gramaticales que evocan el ritmo del lenguaje oral. ¿Cuál
es entonces el secreto de este libro?
En lo inmediatamente observable vemos, por ejemplo, que los chicos se tapan
la boca, levantan las cejas, abren los ojos y miran al adulto en señal
de perplejidad. Reacciones que revelan que no es esperable que los adultos —sobre
todo si son docentes— den a leer esta clase de libros. Y esto se asocia
a una segunda causa por la que los chicos se quedan con este libro: el adulto
pasa a ser un aliado que se suma al proyecto de lo festivo. Este tipo de contacto
establece una nueva modalidad de las relaciones entre personas, opuesta a las
relaciones jerarquizadas de todos los días. Cierta horizontalidad que se
completa en la materialidad textual. Un encanto que consiste en desenmascarar
la mediocridad de ciertas situaciones, como diría Bajtín (8),
liberarnos de la visión de la cultura oficial.
http://www.imaginaria.com.ar/16/7/topito-birolo.htm
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